Hoy me gustaría compartir
contigo una historia en la que se pone de manifiesto que, a veces, en vez de
ayudar estamos haciendo todo lo contrario.
“Un hombre
encontró un capullo de mariposa tirado en el camino y se lo llevó a casa para
protegerlo. Lo puso a buen resguardo, pero al día siguiente notó que había un
pequeño agujero, se fijó mejor y vio que la pequeña mariposa estaba luchando
por salir del capullo.
Estuvo así durante varias horas, viendo cómo la
mariposa forcejeaba intentando que su cuerpo pasara a través de aquel pequeño
orificio. Sin embargo, de repente dejó de luchar, parecía como si se hubiese
rendido o atascado. Al hombre le dio mucha pena y, con gran delicadeza, agrandó
el hueco para que la mariposa pudiera salir.
Finalmente, la mariposa salió, pero tenía el cuerpo
hinchado y unas alas muy pequeñas y dobladas. El hombre pensó que aquello era
normal y continuó observando, esperaba que la hinchazón remitiese y que la
mariposa abriese sus alas y echara a volar. Pero no fue así, la pobre mariposa
solo se arrastraba haciendo círculos. Jamás llegó a volar”.
El hombre tenía toda su
buena intención en ayudar a la mariposa, al igual que nos pasa a nosotros.
Pero, ¿por qué pensamos que los demás no tienen que esforzarse? ¿Por qué
creemos que “lo fácil” es lo mejor?
A veces ayudar
implica alejarse
Tendemos a pensar que los
obstáculos si podemos evitarlos, mejor. Pero si existen es por algo. El
sufrimiento, los errores, todo aquello que nos complica la vida…
En nuestra mente creemos que
todo eso es negativo, una percepción errónea y que debemos ir eliminando de
nuestro interior tan rápido como podamos.
Piensa, por ejemplo, en los
errores. ¿Verdad que tan solo con oír esta palabra ya piensas en algo negativo?
No te confundas, de los errores se aprende y sin ellos no hay avance ni
superación.
Si alguien está sufriendo o
le está costando conseguir algo, puedes tenderle la mano de la escucha y la
comprensión, del consejo y del impulso, pero es su lucha, no la tuya.
Para madurar tenemos que
superar obstáculos continuamente. Piensa en una madre que continuamente esté
defendiendo a su hijo. ¿Será capaz él de defenderse a sí mismo el día de
mañana?
Esto no quiere decir que no
debamos estar ahí y ayudar cuando así nos necesiten. Pero, debes aprender a
diferenciar cuando debes aportar tu granito de arena y cuando solo debes
prestar apoyo emocional.
Ayuda a quien realmente lo necesite
¿La mariposa necesitaba
ayuda? Eso es lo que creía el hombre, pero realmente no era así. Ayuda
solamente a aquellos que verdaderamente lo necesitan. Nunca hagas algo que
pueden hacer los demás por sí solos. Es su vida, su superación, su madurez… Tú
ya tienes tu propia vida y tus propios obstáculos, no hace falta que ayudes a
los demás a algo que ellos mismos pueden hacer.
Piensa, que si te comportas
de forma sobreprotectora, ayudando cuando no es necesario, estás limitando a
esa persona, le estás “cortando las alas“. Esto impedirá que luego pueda volar.
Necesitamos pruebas y
dificultades para saber cuáles son nuestros límites. Situaciones peores se han
vivido y hemos salido airosos.
Conoce tus límites, ¡ponte a
prueba! No ayudes cuando no es necesario y no permitas que nadie te ayude ¡si
no lo necesitas tampoco!
Cada uno tiene su propia
lucha, cada uno se está labrando su propio camino. No permitas que te corten
las alas, ni las cortes tú tampoco. El esfuerzo y la superación serán lo que te
harán volar.
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