Es hora de que te perdones…

Por todas las palabras que no dijiste, aún enredadas en la punta de tu lengua. Por los momentos que debiste haber luchado por él, por ella, por los dos, pero en cambio encontraste la chispa dentro de tu corazón desvaneciéndose con cada paso.
IMAGEN: THE ODYSSEY ONLINE
Por todas las formas en que te has quedado corto. Por las noches en las que dijiste una cosa e hiciste otra. Por los días en los que intentaste, pero fallaste. Por los momentos en los que no diste lo mejor de ti.

Por la gente a la que has herido. Te has disculpado cientos de veces y ahora necesitas sanar de verdad y dejar atrás el pasado. Por la ira que has sentido. Tal vez te justificaste en el momento, pero ha pasado tanto tiempo y es tonto aferrarse al desprecio en lugar de optar por levantar el peso de tu pecho.



Por lastimarte. No ha sido fácil manejar este cuerpo, este cerebro, esta alma. No te has dado el beneficio de la duda. No has aprendido a dejar ir. Pero ahora es el momento de cerrar los ojos y respirar, traer de vuelta la creencia de que eres digno, que eres fuerte. Porque lo eres.

Por las pequeñas cosas que ignoraste. Por las maneras de caminar lejos de la gente que amabas. Para las veces que dejaste entrar la negatividad y la desesperanza y la derrota y eso arrastró tu corazón hasta el suelo.

Por tu imperfección. Por los errores. Para los pedazos de ti que no brillan como diamantes en el sol. Porque eres suave, no hecho de piedra. Estás construido de músculos y hueso y piel-rompible y defectuoso. Perdónate por todo lo que no has hecho aún, no lo has hecho bien. Perdónate por tu dulzura, por tu amabilidad, por la forma en que siempre serás un poco cursi.

Perdónate por tu humanidad.

Entonces ámate a ti mismo por todas las maneras en que siempre serás suficiente.


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