La ligereza con la que la
mayoría de las personas emite algún juicio de la vida de los demás, viene por
lo general fundamentada en el poco conocimiento que se tiene de quien se emite
el juicio. Si en lugar de querer que el mundo haga todo como nosotros lo
haríamos, somos capaces de ver más allá, de tratar de comprender, de buscar las
raíces de un comportamiento o de una manera de pensar, con mucha seguridad,
podríamos sustituir los juicios por entendimiento.
No se trata de justificar
las acciones de otros, se trata de tratar de colocarnos en el lugar del otro,
si podemos tener tiempo para emitir una opinión, un juicio, una crítica,
deberíamos poder ubicar el tiempo y la disposición de ser empáticos, de entender
que todos estamos aquí enfrentando batallas particulares y que todos somos muy
diferentes.
Si nos damos la tarea de
intentar comprender, quizás nos resulte más sencillo ayudar, apoyar y quizás
aceptar lo que antes podría carecer de sentido. Todos actuamos de acuerdo a
nuestras experiencias, somos resultado de miles de condiciones, de creencias,
religiones, adaptaciones a sociedades, ninguno de nosotros actúa desde la plena
libertad, aunque pensemos lo contrario.
Si no podemos ser capaces de
intentar comprender, sencillamente limitemos nuestro alcance, procuremos
inclusive no pensar de manera negativa de una persona, seamos responsables de
nuestros pensamientos, de nuestras palabras, de nuestras acciones y dejemos de
ser tan ligeros en lo que respecta a una realidad que no es la nuestra.
Todos tenemos derecho de
hacer lo que creemos es lo correcto, sin presión y sin juicios por parte de los
demás, evidentemente siempre estará presente el riesgo de hacerlo mal, pero
esas experiencias nos llevan a los más grandes crecimientos y si aún no podemos
madurar ciertos aspectos de nuestras vidas, nos seguiremos equivocando y a
pesar de las consecuencias, estaremos aprovechando esta experiencia de vida
para nuestro aprendizaje.
Piensa de los demás con la
misma consideración y respeto con que te gustaría que lo hicieran contigo, con
el mismo tacto, con la misma prudencia. Recordando siempre que aquello que nos
llama la atención en el otro debe ser foco para una revisión personal y desde
allí aceptar, tanto a los demás como a nosotros mismos.
La diversidad de criterios
enriquece nuestra existencia, mientras más abiertos estemos para conocer a
otro, más nos conoceremos a nosotros mismos.
Nunca seamos tan arrogantes para pensar que tenemos todas las respuestas
o que nuestra manera es la más acertada con respecto a otro. Cada segundo es
una oportunidad para apreciar, para conocer, para dar, para apoyar, no
escojamos precisamente el juicio como bandera.
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