3 Errores que los padres cometen cuando sus hijos los enfrentan

Es el final de un largo día. Acabas de llegar del trabajo, completamente agotado. Enciendes la TV, te tumbas en el sofá, y alcanzas el final de su programa preferido. Saboreas este tiempo tranquilo.
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Justo entonces, tu hijo comienza a quejarse. Quiere una rebanada de pastel de chocolate antes de la cena. Le dices que no.

-¡Me lo prometiste! -exclama. -Dijiste que podría tenerlo cuando llegas a casa.

Le dices que espere hasta después de la cena. Él se coloca delante de la TV. "Lo quiero ahora. ¡Ahora mismo!"

Cierras los ojos y respiras. Tal vez cuentes hasta 10. Pero tu hijo sube el volumen: "¡Me mentiste! ¡Esperé todo el día por ti! ¡Te odio! ¡Eres estúpido!"

Ok, alto ahí: Este momento de prueba acaba de dar un momento de intimidación. Estás siendo asaltado verbalmente y degradado por tu propio hijo.

¿Qué haces?

Típicamente, los padres escogen una de tres respuestas en esos momentos: rendirse, castigar o negociar.

Rendición
No todas las batallas vale la pena luchar; rendirse y darle a tu hijo lo que quiere es a veces una buena opción, especialmente si estás buscando comprar un poco de paz. Pero, ¿y si la prueba se convierte en intimidación? Nunca cedas a las exigencias de un niño. Hacerlo equivaldría a recompensar el comportamiento abusivo. ¡Es un momento de enseñanza que da la lección incorrecta!

Cada vez que te rindes a la intimidación de tu hijo, envías este simple mensaje: El acoso escolar funciona. Así que la próxima vez que tu hijo se sienta frustrado por sus restricciones, se burlará para conseguir lo que quiere: Después de todo, le has enseñado que, si empuja lo suficiente, se rendirán.

Castigar
Cuando tu hijo te intimida, es difícil no volver a ser reactivo y reaccionar mal. Poseer la fuerza del carácter para resistir reflejar el comportamiento agresivo de un niño no es una habilidad que rara vez viene de forma natural. Como con cualquier forma de auto-dominio, debes cultivarla.

Perder la calma, gritar, y castigar a tu hijo drásticamente son formas de contra-intimidación que crean una cultura de intimidación en la familia. Los padres que ganan batallas con sus hijos apoyándose fuertemente en el castigo logran una amarga victoria: hay un ganador y un perdedor. Alguien es feliz y alguien no lo es.

Los niños que reciben un castigo constante se vuelven despectivos y resentidos, y luego pueden surgir problemas de conducta más serios. Por ejemplo, los niños pueden:

-Convertirse en desafiantes y oposicionistas, directamente o a través de la resistencia silenciosa.

-Interiorizar su frustración y caer en la depresión o la ansiedad.

-Atacar más intensamente, incluso a otros miembros de la familia.



Negociar
De acuerdo, tu hijo está teniendo un colapso. Siendo un padre atento, toma un momento y considera tus opciones. Tratas de entender su perspectiva: Esperó todo el día por ti (y por su pastel). Luego, cuando por fin llegaste a casa, en lugar de saludarlo, te hechaste en el sofá, encendiste la TV y lo ignoraste.

Lo entiendes:  Él está molesto, y tiene derecho a estarlo. Así que decides hacer un trato: Ofreces la mitad de una rebanada de pastel ahora, y la otra mitad después de la cena. Ahora considera:

¿Es la negociación la mejor opción en este momento?

¿Y si hace una contraoferta?

Supongamos que sigue molesto y exigiendo toda la rebanada.

La negociación es una opción popular en la crianza de los hijos moderna. Y la noción de encontrar un terreno común con tu hijo durante los conflictos no es una mala idea. Tú das un poco, él da un poco, y todo el mundo es feliz.

¿Verdad?

Sí y no.

Cuando la prueba se convierte en intimidación, la negociación está fuera de la mesa. Cuando negocias con un matón, fijas la etapa para los conflictos en curso. Al igual que rendirse, recompensas el acoso escolar y entrenas a tu hijo para que piense que el acoso escolar funciona. La próxima vez que tu hijo se sienta frustrado por tus restricciones, volverá a la intimidación porque la intimidación conduce a la negociación, y la negociación se inclina a conseguir lo que él quiere.

2 pasos inmediatos que puedes tomar

Reduce las emociones fuertes
En los momentos de intimidación, los padres reaccionan con demasiada frecuencia impulsivamente e intensifican los conflictos. Gritan o castigan, lo que aumenta la tensión y empeora el acoso. Es vital mantener la compostura y el liderazgo en esos momentos. Mantente firme sin drama.

Si el conflicto aumenta, presiona el botón de pausa: Tómate un tiempo y dale a todos, la oportunidad de refrescarse. Cuando los niños están en un estado de frustración intensa, no se puede razonar con ellos. Si lo intentas, sólo aumentarás su frustración.

Valida los sentimientos
Nunca te puedes equivocar al validar los sentimientos de tu hijo:

- “Comprendo que estás frustrado. Yo también."

-"Puedo ver que estás molesto. Dame 10 minutos de tranquilidad para pensar en esto. "

-"Vamos a comer algo primero. Los dos nos sentiremos mejor.”

Los niños responden positivamente cuando reconocen sus sentimientos. Inmediatamente comienzan a calmarse.


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