No soy todo lo que ves, ni ves todo lo que soy

Para estar a gusto con nosotros mismos es importante que nos mostremos al mundo tal y como somos y que no interpretemos un papel que no nos corresponde.

Soy mucho más que un envoltorio físico, más que una sonrisa que te trasmite felicidad y empatía. Tras mi rostro, y en mi corazón, se encuentran esas cicatrices que tú no puedes ver y que también me definen.
Así que no me juzgues por todo lo que ves, ni pienses que me conoces por lo que otros te dicen de mí. Las personas somos nuestro pasado y nuestro presente, también nuestros sueños. Por ello, no debes dejarte llevar nunca por las simples apariencias.

Hoy en nuestro espacio te invitamos a reflexionar sobre nuestros pasados, sobre nuestras cicatrices escondidas y esas máscaras cotidianas que todos utilizamos para esconder determinadas cosas.

Las máscaras que utilizo para esconder parte de lo que soy y sufro.

¿Te ha pasado alguna vez? Hay días en que no tienes más remedio que fingir que todo va bien mientras por dentro solo sientes tristeza. La sociedad, nuestra educación y el día a día nunca han visto con buenos ojos ese desahogo emocional que en ocasiones necesitamos las personas.

Llorar en público ofrece una imagen de debilidad y preocupación no muy bien aceptada. De ahí que siempre necesitemos espacios privados. Tampoco es fácil hablar de nuestros sentimientos. No es sencillo ni cómodo.

Por ello, también es común que nos los guardemos para nosotros mismos y que, lejos de afrontarlos, los escondamos.

Las personas solemos llevar muchas máscaras a lo largo del día. Son máscaras que nos permiten adaptarnos al día a día, al trabajo, a nuestras relaciones sociales.

Sin embargo, bajo ellas muchos escondemos nuestra vulnerabilidad, nuestras decepciones y esas pérdidas no asumidas que debemos camuflar con falsas sonrisas.


Por ello, te ves a ti mismo diciendo muchas veces aquello de “estoy muy bien, soy feliz, las cosas me van estupendamente”. Y, en efecto, nos vemos obligados a hacerlo porque no a todo el mundo le interesan nuestras batallas internas, nuestros pesares.

Ahora bien, aunque es cierto que todo ello son mecanismos de defensa que utilizamos de forma muy habitual, sería adecuado también que no nos viésemos obligados a “usar tantas máscaras”.

Cuántos menos camuflajes y menos pesos carguemos, más libres seremos.

Liberarnos de máscaras para mostrarnos en libertad y autenticidad

Puede que muchos se atrevan a juzgarte por lo que ven. No obstante, son sus creencias y es su mundo particular y, como tales, no te definen a ti como persona. No tienen nada que ver contigo.

Recuerda siempre que las críticas te afectarán lo que tú misma te permitas.

Debemos ser nosotros mismos nuestros verdaderos jueces y las únicas personas con derecho a juzgarnos. Lo más importante es sentirnos bien, en equilibrio con todo lo vivido. Tranquilos cada vez que nos miremos al espejo, asumiendo errores, vivencias y experiencias.

Si nos limitamos a esconder cada día emociones y preocupaciones, tarde o temprano emergerá dicho malestar. La máscara caerá para traernos esa sensación de frustración, de rencor no resuelto. No vale la pena.

A menos máscaras, mayor libertad. Permítete decir aquello de “soy todo lo que ves”, aunque en cierto modo, siempre guardaremos algunas partes para nosotros mismos.

Hay cicatrices que no están a la vista, hay heridas que aún están abiertas y que nos impiden pasar página. Ahora bien, tal y como afirma el dicho popular, si ves que el pasar de página no funciona, tal vez lo mejor sea cambiar de libro.

Con esto queremos decir que hay momentos vitales en los que lo más recomendable sería cambiar. Dejar atrás determinadas situaciones, determinadas personas…

Cuando nos vemos libres de los apegos nace la auténtica libertad. Listos para empezar de nuevo, para sanar heridas, para llenarnos de nuevas ilusiones que pondrán en marcha el motor de nuestras vidas.

“No soy todo lo que ves, ni ves todo lo que soy”. Queda claro que solo nosotros mismos nos conocemos en toda nuestra esencia, pero siempre será más saludable mostrarnos al mundo con plenitud y libertad, de la forma más sincera posible.

Muéstrate acorde a tus valores, a tus pensamientos y emociones. Habla con asertividad y muéstrate sin máscaras, aunque, en ocasiones, nos veamos obligados a decir verdades que duelan.

No importa. Todo ello te ayudará a sentirte mucho mejor. ¡Atrévete a ponerlo en práctica!

fuente: el post completo y original lo puedes consultar en mejorconsalud

Comentarios