La confianza es como un
puente de cristal frágil y transparente que eleva nuestra vida. Es probable que
nos haya llevado mucho tiempo y mucho esfuerzo construirla, por lo que es un
bien más que preciado.
Sin embargo, a pesar de que
merece tanto trabajo y de que aporta tanta dicha, la confianza suele ser
destruida en apenas unos segundos por nuestros descuidos, nuestros egoísmos y
nuestras actitudes interesadas.
Cuando un sentimiento tan
importante como la confianza se quiebra, algo en nuestro interior fallece. Esto
ocurre porque la mentira pone en duda mil verdades, haciendo que nos
cuestionemos incluso las experiencias que creíamos más francas.
La mentira tiene las patas
muy cortas y los brazos muy largos
Aunque la mentira pueda
alcanzar límites insospechados, la verdad siempre acaba trascendiendo. Como se
suele decir, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, pues sus palabras y
sus actos no se sostienen.
De todas maneras, el hecho
de que todo caiga por su propio peso no quiere decir que el golpe no vaya a
resultar aparatoso y doloroso. De hecho, lo normal es que ocurra precisamente
lo contrario y que la mentira y la traición supongan un antes y un después en
nuestra vida.
“Un pájaro posado en un
árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en
la rama…. Si no en sus propias alas…”
La responsabilidad
en la traición
Es común escuchar eso de “Si
te traicionan una vez es la culpa del otro, pero si te traicionan dos veces, es
tu culpa”. Lo cierto es que a esta afirmación no le falta razón, pero sí que
debemos cogerla con pinzas.
O sea, la idea es que
aprendamos de nuestros errores y que no repitamos nuestros fallos, pero en
último término nunca deberíamos sentirnos culpables de que nos engañen. ¿Cómo
vamos a ser nosotros responsables de lo que hagan los demás? Es una locura.
No obstante, es probable que
esto nos haya atormentado en más de una ocasión, haciéndonos sentir estúpidos
por haber caído en las redes de alguien a “quien se venía venir”. En este
sentido, resulta muy fácil atar cabos cuando ya se ha caído la casa y se ha
despedazado.
Ni somos adivinos ni somos
infalibles. Además, los demás tampoco son perfectos y en algunos casos tenemos
que plantearnos que las buenas personas también cometen errores, por lo que
también hay que estar abiertos a perdonar.
“Después de un tiempo
aprenderás que el sol quema si te expones demasiado. Aceptarás incluso que las
personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas.
Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma…. descubrirás que
lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla y que tu
también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida”.
-William Shakespeare-
La herida emocional
de la traición
La ingratitud y la traición
nos duelen especialmente cuando afectan a las personas que queremos y tenemos
alrededor, como nuestra pareja, nuestros amigos o nuestra familia. Cuando esto
ocurre comienzan a actuar la rabia, la impotencia y la ira, haciendo que
perdamos los papeles.
También es muy doloroso (y
por desgracia demasiado común) que alguien haga algo por nosotros esperando
solamente recibir algo más por nuestra parte. Este tipo de traición nos rompe
los esquemas y sumerge nuestro mundo emocional en un auténtico caos.
No obstante, aunque el
engaño nos duele en lo más profundo de nuestro corazón, no tiene mucho sentido
que porque nos hayan herido cambiemos nuestra forma de ser y nos comportemos
mal con otra gente a modo de venganza o despecho.
Por increíble que parezca,
esta reacción es bastante común cuando la “herida emocional” está abierta e
infectada. De la misma forma, tampoco porque nos la hayan jugado tenemos que
vestir con una armadura ante todas las personas que nos rodean. Basta con que
nos protejamos contra el traidor.
Cómo superar la mentira, la
traición y el engaño
La seguridad, la franqueza,
la honestidad y la lealtad en nuestras relaciones son un pilar básico para
mantener nuestro crecimiento. Sin embargo, las dudas, el recelo y la falsedad
solo nos hacen daño, nos queman y nos envenenan.
Asimismo, si bien la
desconfianza clava profundas espinas en nuestro interior, todos podemos
superarlo. Es normal que ante estas situaciones crezca la duda y con ella el
recelo, pero esto no debe constituir una oportunidad para desconfiar de los
demás.
O
sea, que puestos a que es probable que nos encontremos en más de una ocasión
con esta situación tan indeseable, debemos entender que es una oportunidad para
crecer como personas y elegir mejor a la gente de la que nos rodeamos.
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