Por Raquel Aldana
Me encantan esas personas que me hacen sonreír con
sinceridad por su sencillez y su bondad. Con sus gestos me sanan el alma, me
protegen, me elevan y me hacen evolucionar. Gracias a ellos cada día soy mejor
persona y eso no tiene precio. Ellas me hacen bien.
De hecho, diría que no solo es que me encante, sino que
la bondad es la mejor cualidad de una persona. En nuestros ofrecimientos a los
demás somos capaces de exprimir y beber la mejor esencia de este mundo, esa que
merece la alegría y que nos hace sentirnos orgullosos de nuestra condición.
No obstante, hemos de reconocer que, en ocasiones, las
dificultades nos saturan, lo que hace que sea complicado dejar de escuchar esa
voz interior que nos dice que no perdamos el tiempo en hacer algo lo mejor que
sepamos y que nos preocupemos por nuestros asuntos….
La bondad es una cadena de oro que nos enlaza a todos
Dicen que la bondad es la única inversión que nunca
falla. Es decir, que sembrar buenos actos revierte en un beneficio universal,
pues digamos que hacemos florecer los corazones que tocamos con ella.
De hecho, aunque no hagamos el bien esperando una
recompensa, podemos tener la certeza de que alguien algún día recibirá la misma
moneda de cambio que nosotros dimos.
En este sentido, tenemos que evitar aquellas actitudes
que nos justifican no mover ni un dedo por los demás pensando que otro que
venga detrás lo hará. Recordemos que el mundo se hunde con la maldad y se eleva
con la bondad.
Dicho de otra manera, la bondad es la expresión madura de
la experiencia humana que pone el énfasis en el beneficio mutuo. O sea, el fiel
reflejo de un corazón educado y emocionalmente inteligente que todos deseamos
poseer.
Trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti
No se trata de tener buenos pensamientos, sino de
realizar buenas acciones que conviertan ese deseo en realidad. Asimismo,
trabajar en nuestra capacidad de ser generosos, amables y considerados nos
ayuda a potenciar nuestra seguridad interior.
Por otro lado, cabe destacar que detrás de ciertas
sonrisas no se encuentra la felicidad en sí misma, sino la bondad de aquellas
cosas que no contamos ni lloramos, pero que permanecen en nuestras vida y en la
parte más emocional de nuestro corazón.
Así, nuestros actos son el reflejo de nuestra alma, pues
constituyen nuestras miradas al mundo. Contribuimos a la belleza del mundo
demostrando que la única muestra verdadera de superioridad es aquella en la que
se aprecia el valor de ser bueno.
¿Cómo podemos hacer el bien?
Puede que hacer el bien no resulte siempre sencillo. Sin
embargo, si nos paramos a pensar, la bondad no se encuentra en las grandes
gestas, sino en los actos cotidianos, pues son aquellos que están en nuestra
mano. Así que la pregunta inevitable es cómo podemos cuidar de este valor cada
día. Veámoslo a continuación.
La sencillez, la bondad, la fe, el amor y la alegría son
magníficas piedras para edificar la casa de la vida.
1. Ilustra con tu ejemplo
Enseña a aquellos que desconocen cómo practicar la
solidaridad y la bondad, el valor de ayudar a los demás. La solidaridad
consiste en dar lo que tenemos, no lo que nos sobra.
2. Cuida de los demás en los malos momentos
Recuerda que contra las dificultades, nuestro mejor
remedio es la risa y, junto a ella, la comprensión empática. Tender una mano
amiga o escuchar pacientemente a los demás es la mejor manera de ayudar y hacer
la vida más fácil a nuestros semejantes.
3. Alimenta tu sentido del humor
Cuida tu sentido del humor, la vida se vive de otra
manera cuando le damos importancia a la risa. Este es uno de los mejores
recursos que nos ofrece la inteligencia emocional pues a través de él regalamos
gozo, sabiduría y perspectiva a la vida de los que nos rodean.
4. Recuerda que todos necesitamos de los demás para
realizarnos
Todos somos seres imperfectos, por lo que necesitamos de
la tolerancia y de la bondad de los demás para aceptar y garantizar nuestro
bienestar, así como para hacer un mundo mejor.
5. Ponte en marcha ante las injusticias
Salir en defensa de lo que está bien es un fiel signo de
bondad. Como ya hemos hablado, esto a su vez tiene un efecto multiplicador,
pues lo que nosotros hagamos determinará el comportamiento de nuestros
semejantes.
Una vez que conocemos todo lo que nos aporta, resulta un
poco incomprensible pensar que podemos ser felices sin poner en práctica estos
principios. Sabiendo esto tenemos la garantía de que aunque no logremos ver la
cosecha, las semillas que sembramos con cada acto de bondad equivalen a
millones de sonrisas y toneladas de bienestar.
Así, recordemos que la bondad es un arte del que nos
podemos beneficiar con pequeños gestos de manera casi inmediata. La gratitud y
la satisfacción de hacer el bien nos ayudan a crear vínculos afectivos
duraderos y saludables, a través de los que obtendremos la mayor recompensa que
existe: el enriquecimiento emocional.
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